Uno de los retos a los que actualmente se enfrentan las autoridades fiscales de diversos países es la forma de obtener contribuciones producto de servicios y bienes que se consumen en un país pero son producidos en otros países y muchas veces ni operaciones locales tienen.
Los franceses establecieron una tasa del 3% para las grandes empresas de tecnología norteamericanas (Apple, Facebook, Amazon y Google) que tengan al menos ingresos a nivel mundial de USD$844 millones, así como ventas digitales de EUR$25 millones en Francia, aunque parece que las empresas podrán deducirlo, de acuerdo con Reuters. Además de que lo eliminaría cuando la OCDE haya establecido un marco general de impuestos en tecnología.
Obviamente que a las empresas sujetas de este impuesto el tema parece no gustarles, sobre todo porque están acostumbradas a encontrar como pagar impuestos más bajos en otras regiones utilizando diversos esquemas fiscales.
En nuestro país, el SAT emite un criterio de ‘primera llamada’ que establece que los anfitriones de alojamientos residenciales con fines turísticos tendrán que pagar ISR e IVA. Lo cuál no me parece mal, ni bien, sino todo lo contrario. Sobre todo por qué ni sabemos el destino de los recursos.
El reto de un mundo global digitalizado es claro, se pueden consumir productos y servicios digitales en una parte del mundo producidos en otra parte de este y probablemente pagando las contribuciones en otra parte, la cual puede tener bajas tasas impositivas.
Aunque el tema de los impuestos a empresas de tecnología también parece andar en la agenda interna de nuestros vecinos del norte al menos para el candidato a la nominación demócrata para la presidencia en las elecciones del 2020 el senador Bernie Sanders, quien sugiere que se debería poner impuestos a empresas de Silicon Valley como Facebook y Google en sus ingresos de publicidad dirigida con el fin de financiar más periodismo sin fines de lucro, bajo la idea de que “el periodismo es lo que necesitamos para que la democracia funcione”. Como dicen que dijo Ronald Reagan respecto a la economía: “Si se mueve, ponle impuestos. Si se sigue moviendo, regúlalo. Si se deja de mover, subsídialo”.
Yo soy de la idea que en donde se consume se paga el impuesto, si la empresa tiene operaciones allí pues que bueno, si no, pues ya sabrán si abren operaciones allí.
Yo siempre he tenido una relación “amor-odio” con algunas empresas, como por ejemplo Uber, quien se aprovecha de que son software y sacándole la vuelta a ese tema, no se comprometen a nada. Una situación que aparentemente está cambiando a golpe de demandas e investigaciones, así como quejas de sus propios usuarios y conductores.
Yo sigo con la duda de si Uber algún día será rentable, aparentemente no solo yo tengo la duda. Claro, algunos dicen que debemos ver a Amazon, quienes por mucho tiempo no produjeron utilidades.
Otras empresas, como WeWork, tienen historias también oscuras, pero a sus clientes parece que no les importa. No puedo negar que el servicio que ofrecen está interesante, pero desde el punto de vista de gobierno corporativo las cosas que hacen no me suenan.
Veremos lo que sucede con este tema. Por lo pronto esta semana se celebraron 28 años de que Linus Torvalds mandó su mensaje al grupo de minix respecto a su kernel Linux. El movimiento de fuente abierto sigue avanzando y ahora por más raro que suene, los principales contribuidores a los proyectos de código abierto son las grandes empresas de tecnología. Recuerdo cuando Microsoft trataba de convencernos que el código de fuente abierto era una grave enfermedad.
Que disfruten de un excelente miércoles.
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Imagen de Michal Jarmoluk en Pixabay