La semana pasada leí el más reciente libro de Clayton M. Christensen, mejor conocido por su serie de libros sobre el dilema del innovador, titulado “The Prosperity Paradox: How Innovation Can Lift Nations Out of Poverty”. De hecho, uno de sus libros que más me ha gustado se llama “How Will You Measure Your Life?”, donde aplica sus teorías al desarrollo personal, pero esa es otra historia.
Regresando al libro más reciente, el resumen ejecutivo es que destinar recursos directos al combate de la pobreza ha demostrado no ser efectivo y que es mejor seguir un enfoque contraintuitivo: generar las condiciones para la prosperidad. Su tesis, al estilo “Harvard”, se basa en algunos ejemplos del mundo real.
Parte de cómo la innovación radical orientada al mercado local puede generar prosperidad que ayude de manera efectiva a combatir la pobreza. Y cómo la innovación de eficiencia genera empleos que se pueden migrar rápidamente. Los ejemplos que utiliza, de varios países en desarrollo sirven para justificar su tesis. Interesantes algunos de ellos. En resumen, “Aliviar la pobreza no es lo mismo que generar prosperidad”.
También aporta datos sobre cómo el combate tradicional a la pobreza, es decir, destinar recursos en efectivo al combate de la misma, ha producido muy pocos resultados concretos. Una cita del libro al respecto: “Considere esto. Desde 1960, hemos gastado más de USD$4.3 millones de millones en asistencia oficial para el desarrollo tratando de ayudar a los países más pobres. Desafortunadamente, muchas de nuestras intervenciones no han tenido el impacto en los países pobres que habíamos esperado. De hecho, muchos de los países más pobres del mundo en 1960 siguen siendo pobres en la actualidad. Y lo que es peor, al menos veinte países eran más pobres en 2015 que en 1960, en la mayoría de los casos, incluso después de la ayuda de miles de millones de dólares”.
Así mismo lo hace respecto a la corrupción, por ejemplo: “Según la organización [Transparencia Internacional], 6 mil millones del total de 7.6 mil millones de personas en el mundo viven en países con gobiernos ‘corruptos’”. ¿Somos corruptos? No, solamente contratamos la corrupción ya que no existe alternativa para progresar. En este punto ofrece su perspectiva de cómo combatirla de manera efectiva, primero está en entenderla.
Dos capítulos del libro me llamaron la atención, el 7, titulado “Mexico’s Efficency Problem” (El Problema de Eficiencia de México) en donde cubre las razones por las que, aunque México tiene el potencial para ser un gran motor de desarrollo económico, sólo se queda en eso, potencial. Ofrece algunos ejemplos de empresas establecidas (con integración horizontal) e incipientes que usan su tesis de innovación radical para ser un motor de crecimiento. Además, ofrece algunos consejos para los emprendedores que buscan generar prosperidad (tanto en México como otros lugares).
El otro capítulo que me llamó la atención es el 9, titulado: “Corruption Is Not the Problem; It’s a Solution” (La Corrupción no es el problema; Es una Solución) en donde atiende desde sus perspectivas las causas de la corrupción. Indica que no son más leyes las que necesitamos, sino alternativas al “trabajo para el que contratamos a la corrupción”. Es cierto, se necesita tener un ambiente confiable de negocios, sin embargo, las leyes surgen de los negocios exitosos que necesitan un ambiente predecible para realizarlos. Cita como ejemplo a los EE.UU. que a finales del siglo 19 y principios del siglo 20 estaban sumidos en una gran corrupción (y que probablemente no lo recordemos), pero no fueron las leyes “per sé” las que lo sacaron de esa situación, sino una serie de disrupciones en los negocios y alternativas a la corrupción, mismas que fueron las que permitieron que las leyes se cumplieran y el nivel de corrupción disminuyeran.
De este capítulo, dejo a ustedes la siguiente cita:
“La corrupción no se trata principalmente de la falta de un buen liderazgo. Aunque eso es ciertamente parte de esto, los factores causales son mucho más fundamentales. La corrupción se trata de “contratar” la solución más conveniente para lo que parece ser, en el momento, el mayor bien de las opciones disponibles para nosotros”.
Ojalá que estas ideas sirvan de algo para el combate a la corrupción.
El libro creo que puede servir como un “blueprint” para el desarrollo, tanto para emprendedores, empresas establecidas, como para aquellos a cargo del combate a la pobreza.
En resumen, como diría un buen amigo, “Si queremos que el cabús se mueva, es necesario desarrollar a la locomotora”. Idea que para muchos puede parecer “herejía fifí” y ser descartada “a priori” por los sesgos cognitivos.
Si queremos combatir la pobreza, es necesario generar prosperidad y la innovación es el mejor camino, en eso coincido con Christensen.
En otro tema, interesante ver cómo 5G y la seguridad nacional de los países se está convirtiendo en una amenaza para Huawei y posiblemente para el comercio internacional. Encabezados por EE.UU. y algunos de sus aliados, la empresa de China se ve ante una prohibición de participar en proyectos de infraestructura ante las preocupaciones de espionaje de China, mediante los dispositivos de la empresa. Nuevos tiempos para el comercio internacional.
Aunque hace años una de las razones subyacentes para dividir a Bell (AT&T) era la preocupación del gobierno norteamericano de que los escuchara una empresa privada de comunicaciones, aunque el instrumento fue las prácticas monopólicas del Bell System. En fin, mismos motivos, diferentes jugadores.
Que disfruten de un excelente día.
P.D: Aunque en lo personal, Roma de Cuarón no me gustó (no me gustan las Artes Marciales), anticipo que ganará al menos cuatro Oscares (24 de febrero del 2019): Mejor Dirección, Mejor Película, Mejor Película Extranjera y Mejor Fotografía (aunque más que la fotografía, me gustaría que ganara el Oscar al Mejor Diseño de Producción), creo que la Academia reconocerá un trabajo a mi juicio disruptivo e innovador con una alta calidad técnica en su elaboración. (Aparentemente pienso como los apostadores, ya que después de escribir esto, me topo con esto). Honor a quien honor merece. Además, es un ejemplo de que no es falta de creatividad y talento mexicano, sino es cosa de asignar recursos al talento que lo merece (cosa que los gobiernos nunca han sabido hacer, ni en México ni en otras partes del mundo). Muy bien usados los USD$15 millones de presupuesto que tuvo Roma, aunque sólo haya generado al momento USD$3.8 millones de dólares en ingresos directos.
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